¿Pueden las nuevas tecnologías quitarme mi puesto de trabajo?

La revolución industrial trajo consigo un aumento espectacular del número de puestos de trabajo. Hasta entonces los productos se hacían a mano, de forma artesanal. Pero con la ayuda de las primeras máquinas impulsadas por vapor o electricidad, la productividad aumentó y las empresas tenían la capacidad de sacar los productos más deprisa. Esto obligó a los proveedores a entregas las materias primas a mayor velocidad, por lo que tenían que producir más y eso implicaba más puestos de trabajo.

Conforme fue avanzando la sociedad, estas máquinas que estaban ayudando a crear puestos de trabajo, poco a poco, empiezan a destruirlo. En el siglo XX comienza esa disminución del empleo por la tecnología: tractores que sustituyen a agricultores, operadores telefónicos sustituidos por centralitas, ascensoristas por un panel de botones, faroleros por bombillas, deshollinadores por calderas, etc.

A finales del siglo XX la robótica ha ayudado a reducir el coste de numerosos productos. En las líneas de producción cada vez hay menos personas y más máquinas que han automatizado mucho trabajo que antes se realizaba de forma manual.

Hoy en día estamos en una sociedad en la cual los ordenadores y las máquinas están en cualquier lugar. El nivel de exigencia que demandamos a la tecnología es la automatización de todo lo que sea posible. Es razonable que haya una preocupación en algunos colectivos ante la duda de si una tecnología nueva pueda remplazar su puesto de trabajo. Y no es para menos. En la actualidad existen numerosos puestos de trabajo que pueden peligrar, no a corto plazo, pero si a medio y largo.

El coche autónomo

La primera gran tecnología de la que vamos a hablar es la que hace posible que nos montemos en un vehículo, le indiquemos una posición en el mapa y nos lleve mientras nosotros tomamos un café mirando por la ventana, disfrutando del trayecto. Esta tecnología que puede parecer de otra época, está al alcance de nuestra mano. Bueno, mejor dicho, del que tenga dinero para comprarla, pero el hecho es que existe y está en el mercado.

Estoy seguro de que has oído hablar de la famosa marca de coches Tesla. Esta empresa fabrica coches eléctricos, pero lo verdaderamente interesante no es el propulsor del coche, sino su software. Los vehículos de esta marca tienen la capacidad de ser autónomos y no necesitar asistencia por parte de un humano. Es cierto que la marca siempre indica que el uso del piloto automático está en fase de pruebas, y es responsabilidad del usuario usarla o no. Pero la tecnología está ahí, no es una película de ciencia ficción, y en numerosas ocasiones es más hábil que el humano. Es impresionante ver cómo el sistema de piloto automático es capaz de prevenir un accidente antes que nosotros.

Recopilación de Teslas evitando accidentes

Tesla es la empresa que lidera el sector de la conducción autónoma. Pero le siguen muchas otras que, aunque no tengan el mismo nivel de desarrollo, están en ello. Y no solo los gigantes automovilísticos están trabajando en la conducción autónoma, también otras empresas tecnológicas que no tienen nada que ver con el sector de la automoción, como Google o Apple. Está claro que tarde o temprano esta tecnología va a ser implantada, pero no será de golpe, ya que esta tecnología es compleja y requiere tiempo para que esté, lo suficientemente madura, como para que su uso sea más seguro que la conducción por un humano.

Imagínate pedir un taxi y que te recoja un vehículo que no tiene conductor. O camiones haciendo rutas de transporte con un ordenador al mando. El sector del transporte sufrirá en las décadas venideras una profunda transformación debido a esta tecnología. La realidad a día de hoy es que hay una fuerte demanda en EEUU y Europa para conductores de camiones, y creo que en los próximos 20 años esta tendencia seguirá así. Pero más adelante estoy convencido de que este tipo de tecnologías estarán muy desarrolladas y el sector tendrá que transformarse, como ya lo está haciendo el sector industrial con el uso de robots en fábricas.

Los cajeros de un establecimiento

Estamos acostumbrados a comprar en un establecimiento y a la hora de pagar, poner nuestros artículos en una cinta o un mostrador. Donde esperamos pacientemente a que la persona que nos atiende pase todos nuestros artículos por un lector. Las tecnologías RFID han evolucionado hasta el punto de que esta forma de pago, puede cambiar en la próxima década. De hecho, ya hay empresas con puntos de venta, sin necesidad de pasar los artículos por un lector de códigos de barra. Bastaría con pasar nuestra compra por un arco que lea mediante una tecnología RFID todos nuestros artículos de golpe.

Esta tecnología ya está implantada y probada en muchas empresas. Un ejemplo de ello es la famosa multinacional dedicada a la venta retail de material deportivo, Decathlon.

Esta empresa lleva años probando un sistema que no necesita ningún humano para funcionar. El cliente cuando termina su compra y quiere pagar, debe depositar los artículos en una cesta. A continuación, el sistema calculará el precio de los productos automáticamente y pedirá al usuario efectuar el pago.

Otras empresas como grandes superficies comerciales ya están probando sistemas similares. El objetivo es el mismo, abaratar costes. Sin duda esta tendencia seguirá su curso y cuando este tipo de tecnología esté totalmente operativa, copará todas las grandes superficies. ¡Solo necesitarán personal de seguridad!

Personal de una oficina de banco

Desde hace al menos una década hemos visto como centenares de oficinas de bancos se han ido cerrando. Uno de los factores es la digitalización. Cada vez menos clientes tienen que ir a la oficina de una sucursal bancaria a realizar una operación. Lo pueden hacer desde la palma de su mano, con su teléfono móvil. Sin perder tiempo en colas ni esperas. Hay entidades bancarias que han aumentado en los últimos tiempos sus planes de digitalización.

Un ejemplo de ello es BBVA. Para abrir una cuenta bancaria ya no hace falta pisar una oficina, simplemente con la aplicación del teléfono nos harán una videoconferencia, con un agente del banco que trabaja en remoto desde su casa, para confirmar nuestra identidad.

He puesto el ejemplo de una operación de un banco en concreto, pero esta situación ya está replicada en la gran mayoría de ellos y el que no lo tiene implementado aún, está en estos momentos probando el sistema para lanzarlo.

El covid ha acelerado este proceso y es imparable. Lo único que lo puede «mitigar» esta situación, es que alguna administración pública regule el número de oficinas como un servicio esencial. Pero quizás no haya nada que regular, quizás es mejor adaptarse a los nuevos tiempos, aunque sea difícil.

No todo es destrucción de empleo

Renovarse o morir. Creo firmemente que esta situación que vivimos es una transición como consecuencia de la evolución humana. Y es positiva para la sociedad en general. ¡En los últimos 50 años se han producido más avances que en los últimos 1000 juntos! Intentar detener este progreso es imposible. Imagínate seguir defendiendo la música en casete o CD, porque hay mucha piratería en internet. No. Hay que adaptarse y renovar el negocio. ¡Y pluff! Y así aparecieron las plataformas en streaming. Hoy en día, se produce más música que nunca, se escucha más música que nunca y todo ello por adaptar el negocio a los nuevos tiempos. El sector de la música es un ejemplo de adaptación, pero como éste muchos otros, por ejemplo, el agrícola: el dilema hace 50 años era despedir a 10 jornaleros por haber comprado un tractor. Podría seguir poniendo ejemplos de todos los sectores. Y es que todos han tenido que adaptarse en los últimos años debido al desarrollo tecnológico.

Si ves que tu puesto de trabajo puede peligrar, o tienes el riesgo de que una máquina pueda sustituir tu labor, puedes elegir seguir como estás o reconvertirte, actualizarte o formarte. Es duro, pero es lo que hay. Y es duro tanto a nivel personal, como a nivel colectivo. Las personas no son los únicos que sufren estas transformaciones. Las empresas también tienen que evolucionar.

Además, no podemos hablar de una pérdida de empleo, es más bien una transformación de los puestos de trabajo. Piensa que, para diseñar las piezas de un tractor, fabricarlas, ensamblarlas, distribuir el tractor y venderlo hace falta una gran cantidad de mano de obra. Lo mismo pasa si hablamos de fabricar drones, crear coches eléctricos que conduces solos o montar un cajero que analiza el precio de tu compra: hay que contratar mucha mano de obra, informáticos, técnicos, financieros, ingenieros, comerciales, etc. Todo ello involucrando a numerosas empresas, cada una especializada en un bien o servicio particular. El problema reside en los trabajos menos cualificados susceptibles de la automatización. Por eso insisto en la idea de transformare o seguir formándose, para hacerse valer, y hacer que nuestro trabajo no sea sustituible por una máquina.